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martes, 9 de febrero de 2010

La fotografía post mortem

"La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente."
- François Mauriac -

Lo que para nosotros en la actualidad se convierte en algo tan sumamente cotidiano como tomarnos una foto era, hace algunos años, algo excepcionalmente inusual para las familias humildes de la época, aunque poco a poco se fue convirtiendo en un proceso mucho más común y más accesible para el bolsillo de todos.
Por esto, muchas fueron las personas que de
saparecieron de este mundo sin haber dejado constancia gráfica de su paso por él y fue también por esto por lo que, alrededor de 1839, y gracias al francés Louis J. M. Daguerre con la invención del daguerrotipo, surgió una curiosa corriente gráfica: la fotografía post mortem, que coincidió a su vez con la aparición médica de la anestesia.
Al principio, los cuerpos muertos se retrataban como si estuvieran dormidos, lo que les otorgaba una imagen de naturalidad
al tiempo que se simbolizaba el «descanso eterno» del fallecido. Con expresión relajada, los retratados eran fotografiados poniendo especial cuidado en el conjunto total de la toma en donde se enfatiza, en un decorado ausente de ornamentación, sobre el rostro sereno del difunto, creando una instantánea agradable en donde no se turbase al observador.
También era muy común representarlos de manera que pareciese que su descanso se trataba tan solo de un reposo breve
, como en las imágenes que aparecen a continuación.


En alguna ocasión también se fotografió a los cuerpos en actitudes que estaban entre la simulación de la vida cotidiana y el sueño, aunque, personalmente, no me parecen las más adecuadas debido al aspecto inquietante que presentan.

Pero también hubo quien prefería disponer el cuerpo de tal manera que simularan estar realizando algún acto cotidiano, colocando al difunto sentado con las piernas cruzadas o tumbados cómodamente sobre un diván, e incluso en pie, sujetándole con un soporte colocado estratégicamente detrás para evitar que se viese. Este proceso incluía abrir los ojos del difunto, que se hacía con una cucharilla de café y resituar correctamente el ojo en la cuenca.


Muchos de los fotógrafos que se unieron a esta moda se convirtieron en auténticos expertos, llegando a obtener resultados asombrosos como muestra esta instantánea en la que aparece retratado un bebé al que, probablemente, se le retocaron los ojos a posteriori para cargar de fuerza y expresividad la cara, y en el que el único signo de fallecimiento se aprecia en la mirada perdida del niño, bastante impropia en los infantes de tan corta edad, y en la falta de expresividad del rostro.

Aunque también nos podemos topar con imágenes tan impactantes y desagradables como en las siguientes: en esta el aspecto que presenta el niño es completamente artificial aunque se le halla aplicado un base de color en los pómulos y en la siguiente se esperó demasiado tiempo para realizarle la toma y los primeros síntomas de descomposición comienzan a apreciarse en el rostro del fallecido.

En general, las fotografías podían tomarse en picado o en contrapicado, pero era mucho más común disponer la maquina a la altura del rostro del retratado, enfatizándole y privando al espacio de cualquier tipo de adorno. Aunque también surgieron variantes en este campo, en donde se introducían flores o algún tipo de ornamentación, como las coronas de difuntos, aún vigente en la actualidad.

O la realización de tomas en los momentos previos al depósito del cuerpo en el ataúd o ya depositados en su interior, durante los velatorios o los funerales, proceso muy rutinario hasta los años 30 del s. XX.


Tampoco era en absoluto extraño que los familiares posasen junto a sus muertos, especialmente los padres y hermanos de los pequeños difuntos. Se intentaba de esta manera aportar un toque más de naturalidad a las imágenes y, de paso, mostrar las relaciones de las criaturas con sus progenitores, aunque resulta especialmente llamativo comprobar la aparente entereza de los adultos, que siempre se muestran perfectamente tranquilos e incluso en algunos casos sonrientes. Hay que tener en cuenta la gran mortalidad infantil que existía en la época, donde la mayoría de las familias tenían al menos ocho o diez hijos de los cuales solían fallecer la mitad.


El final de
la fotografía post mortem llegó con la popularización general de las cámaras fotográficas, a mediados del s. XX, aunque en la actualidad sigue practicándose en ocasiones muy concretas y para retratar a personas muy importantes o famosas, como fue el caso de Francisco Franco a su muerte o, el caso más actual, Michael Jackson.

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