Años después, en una autobiografía, Joseph Merrick reprocharía a su padre que nunca le hubiese querido como a un hijo y recordaría a sus tíos paternos con un cariño muy especial.
En 1879, y tras una queja formal del gremio de vendedores ambulantes alegando que Joseph daba mala imagen al sector, su licencia no fue renovada e ingresó, a pesar de las reticencias y las negativas de sus tíos, que esperaban un bebé, en la Leicester Union WorkHouse. A pesar de las condiciones durísimas de trabajo de la WorkHouse, resistió doce semanas. Salió, pero sólo por dos días: cuando se dio cuenta de que una persona como él nunca encontraría un trabajo normal tuvo que regresar, y permaneció allí durante cuatro años.
Fue durante ese cuarto año cuando se dio origen al mote que le acompañaría hasta el fin de sus días: la protuberancia en forma de trompa de elefante que le crecía en la cara ya le impedía comer y hablar de forma medianamente legible, así que los responsables de la WorkHouse creyeron conveniente llevarle a la Leicester Infirmary para que le operaran y para deshacerse de él, dado que un trabajador que no podía sacar adelante el jornal, no era bien recibido en el centro.
Le quitaron medio kilo de tejido, lo que le ayudó a comer mejor y a vocalizar de manera más legible, y durante su período de reposo comenzó a pensar en cómo podría ganarse la vida: exhibirse en las ferias era la única salida para él y, aunque esta opción no le agradaba para nada, sabía que no podría hacer otra cosa, así que le escribió una carta a Sam Torr, un conocido promotor de ferias, exponiéndole su caso y explicándole que estaría interesado en trabajar para él.
De esta manera, comenzó su andadura por Inglaterra.

Fue allí donde conoció al doctor Fredderick Treves, quien se sintió profundamente impactado por la apariencia que presentaba Joseph durante aquellos años. Solicitó a Tom Norman que le dejase hacerle un reconocimiento médico y les facilitó una tarjeta con la que podría pasar a verle sin cita previa y que les excluiría de preguntas incómodas.
Norman llevó a Joseph discretamente al hospital y allí Treves le tuvo varios días haciéndole pruebas y reconocimientos, y lo presentó a la comunidad científica del hospital y de otros centros médicos.
Cuando estuvieron seguros de que su dolencia era crónica e incurable, le desahuciaron del hospital y continuó exhibiéndose hasta casi la primavera de 1885, momento en el cual fue clausurada por considerarla “indecente”. Debido a esto, Joseph ya no podía trabajar más en Inglaterra así que Norman le buscó un promotor italiano que le llevase al continente llamado Ferrary. Aunque nunca se fió mucho de él, Norman le dio las 50 libras que Joseph había ganado durante aquellos años y Ferrary y Merrick se embarcaron rumbo a Bélgica en Junio de 1886.
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